Noticia01/08/2025

Hagamos lío, una experiencia de fraternidad y dignidad compartida

Jóvenes y personas sin hogar conviviendo y rompiendo etiquetas

Entre los días 27 y 31 de julio tuvo lugar en un albergue cercano a Biar el Campo de Trabajo “Hagamos lío”, organizado por Cáritas Diocesana de Orihuela-Alicante. En esta experiencia participaron 36 personas de perfiles muy diferentes: jóvenes procedentes de diversas localidades de la diócesis y personas en situación de sin hogar acompañadas por Cáritas en Alicante, Elche y Orihuela.

Este encuentro, más que una actividad de verano, ha sido una acción significativa basada en el Modelo de Acción Social de Cáritas, que apuesta por una intervención centrada en la persona, donde no hay “unos que ayudan” y “otros que reciben”, sino una comunidad en la que todos aportan, se dejan tocar, crecen y caminan juntos. Desde esta perspectiva, el campo de trabajo ha sido un espacio de encuentro en el que la vulnerabilidad, la juventud, la esperanza y la dignidad se entrelazaron en una experiencia compartida de humanidad.

Durante cinco días, convivieron, trabajaron, reflexionaron y celebraron. Se generó una comunidad que superó prejuicios, diferencias y barreras sociales, demostrando que la fraternidad es posible cuando nos encontramos desde lo auténtico. Los participantes compartieron no solo un espacio físico, sino un camino espiritual, emocional y humano.

Cada día, una encíclica, una mirada

El campo se estructuró en torno a cinco jornadas, cada una inspirada en una encíclica del Papa Francisco. La primera, con Lumen Fidei como punto de partida, fue la del viaje, la acogida y la primera toma de contacto. Aquel domingo por la tarde, los rostros reflejaban una mezcla de incertidumbre y emoción. Pero ya desde la llegada, algo empezaba a latir distinto.

El lunes, guiados por Laudato Si’, reflexionaron sobre el cuidado de la casa común. Salieron de ruta al Xorret de Catí, donde realizaron actividades de primeros auxilios, construyeron nidos de barro y compartieron un almuerzo tipo picnic. El entorno natural les ayudó a descubrir el valor de cuidar la vida y de sentirse parte de algo más grande.

El martes, bajo el lema de Fratelli Tutti, trabajaron la fraternidad desde dinámicas cooperativas en la piscina, una gymkana que puso a prueba su creatividad y espíritu de equipo, y una reflexión sobre la parábola del Buen Samaritano. Hubo también tiempo para decorar bolsas con mensajes de esperanza. Cada diseño contaba una historia, hablaba de lucha, de resiliencia, de fe.

La jornada del miércoles, inspirada en Dilexit nos, fue una de las más intensas. Recorrieron la Vía Verde de Alcoy en una caminata que se transformó en oración. En el silencio del sendero, entre naturaleza y recuerdos, surgieron confidencias, abrazos y una oración compartida que conectó profundamente a todos. Se vivieron gestos de ternura y una escucha sincera, donde el pasado dejó de pesar tanto y el presente se volvió regalo.

El jueves fue el día del envío, con el lema «Hagan lío». Con camisetas conmemorativas, una evaluación compartida y una Eucaristía de despedida, el grupo selló una experiencia que no termina, sino que continúa en cada mirada renovada, en cada relación que permanece, en cada corazón que ha sido tocado.

Una comunidad que desafía las etiquetas

Lo verdaderamente extraordinario de esta experiencia no ha sido el lugar ni las actividades. Ha sido ver cómo jóvenes de institutos, universidad o parroquias se sentaban a conversar de igual a igual con personas que viven en la calle o en recursos de acogida. Ha sido ver cómo nacían amistades sinceras, cómo se compartía la fe, las heridas y los sueños sin distinción.

Este campo no fue un voluntariado para hacer algo por los demás, sino una experiencia de estar “con” los demás, de construir comunidad. La acción de Cáritas se ha hecho visible aquí como lo que es: una apuesta por la dignidad, por el encuentro, por un acompañamiento que transforma a quien acompaña tanto como a quien es acompañado.

Tal y como propone nuestro Modelo de Acción Social, ha sido una experiencia donde se han potenciado los procesos personales, se han generado vínculos significativos y se ha vivido la comunidad como lugar de transformación. Ha sido un pequeño Pentecostés. Un lugar donde se rompieron barreras, se habló un lenguaje común y se construyó un espacio nuevo, donde todos tenían nombre, historia, dignidad y futuro.