Campaña

Seamos más pueblo

Hoy te invitamos a tender las manos, el gesto, la mirada. Hoy te invitamos a SER MÁS PUEBLO DE DIOS que sale al encuentro del mundo.

En Cáritas nos gusta pensar que el mundo es un pueblo habitado por más de 7.000 millones de vecinos y vecinas que se conocen y se ayudan. Un pueblo en el que todo lo que ocurre nos importa y nos afecta porque todos somos pueblo de Dios y nadie debería quedarse fuera.

Somos pueblo de Dios, una misma familia humana viviendo en la misma casa, un planeta que es tierra común, plural y diversa que nos acoge con brazos de hogar. Somos igual que esa tierra de abundancia y diversidad, un derroche de riqueza, de belleza, de inteligencia, de creatividad, de sensibilidad y generosidad. Somos naturaleza, somos tierra, somos vida creada y regalada por Dios.

Este tiempo extraordinario de pandemia y de crisis que afecta a todas las dimensiones de la vida humana, nos ha situado en otro lugar común: el lugar de la fragilidad, la pequeñez, la impotencia, la necesidad.

El dolor, la pobreza y la exclusión las vivimos a menudo desde la lejanía de lo que les ocurre a otros, pero la adversidad de la enfermedad y la inseguridad que conlleva, hace que el dolor de la pérdida, la debilidad de la enfermedad y la soledad y el vacío, hayan ocupado el presente de un nosotros común, lo queramos o no, a pesar de que necesitemos seguir aferrados a ese yo individual e indiferente a lo que les ocurre a los demás.

Durante estos últimos meses el cansancio, el abatimiento y el deseo de que vuelva la normalidad cuanto antes, traiciona la oportunidad y la necesidad de que instauremos una nueva normalidad diferente.

En Cáritas no queremos volver a lo de antes, sino que queremos ir hacia una normalidad nueva, más justa y fraterna, construida desde un nosotros y un nosotras que nos hace hermanos.
Por eso, queremos celebrar desde ese pueblo universal que somos el Día de Caridad y reconocer, como dice el papa Francisco que “el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor”. La caridad debe llevarnos a tender manos, a realizar pequeños gestos cotidianos y a participar e intervenir en las dinámicas sociales que nos llevan al compromiso por el bien común.

“Tomad, esto es mi cuerpo”. “Esta es la sangre de la alianza, que es derramada por muchos”. Este testamento de amor es el que nos convoca a la comunidad cristiana en cada eucaristía a hacer presente la vida, muerte y resurrección de Jesús. Como dice el papa Francisco en una de sus homilías, “no es un simple recuerdo, sino un hecho; es la Pascua del Señor que se renueva por nosotros. En la misa, la muerte y la Resurrección de Jesús están frente a nosotros. Haced esto en memoria mía: reuníos y como comunidad, como pueblo, como familia, celebrad la eucaristía para que os acordéis de mí. No podemos prescindir de ella, es el memorial de Dios”.

Esa memoria de Dios nos hace hoy salir de nuestra comodidad, abrir las puertas de nuestro corazón y nuestra casa para dar y generar vida, siendo capaces de entregar por Jesús un poco de lo que somos y anhelamos. Ser cuerpo y sangre que se parte y se comparte para hacernos prójimos y cercanos a las personas más pobres y necesitadas.

La caridad es amor que brota de la vida que se entrega de forma gratuita, sin esperar un pago o un anticipo a lo que esperamos que el otro haga. Este amor sin fronteras, sin que pongamos límites ni condiciones para darlo, es el que hace posible la fraternidad universal, esa experiencia de comunión que va más allá de nuestra propia identidad y pertenencia a un lugar, a una cultura, a una creencia, a una forma de entender la vida.

Es este tipo de amor el que está en la base del amor social, “la fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos”.

Como comunidad cristiana, como pueblo de Dios, tenemos el compromiso de involucrarnos en hacer cotidiana esta caridad sin fronteras con todas las personas, con quienes llegan de otros lugares buscando empleo, estabilidad, desarrollo y paz. Con quienes se han quedado a un lado del camino porque en algún momento las cosas les fueron mal, se sintieron frágiles e incapaces de sostener su propia vida y necesitaron una mano cercana, un apoyo, ser escuchados y comprendidos.

“Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no hay verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona”. Somos siempre en relación con otros. No podemos entendernos como seres aislados y desvinculados. Nacemos en un contexto de vecindad, de cercanía y proximidad a otras personas, y nuestra existencia se va entretejiendo en círculos que amplían nuestro mundo de relación.

Celebrar un día, una semana de la Caridad es dar testimonio de nuestra fe y de nuestra opción de poner en el centro de nuestra mirada y de nuestra acción el amor por las personas, en especial, por las más pobres, las más pequeñas y desprotegidas por la lógica del mundo pragmática e individualista.

La caridad es trinitaria y comunitaria, es para todas las personas. No deja a nadie fuera. Conlleva “una actitud del corazón, que vive todo con serena atención, que sabe estar plenamente presente ante alguien sin estar pensando en lo que viene después”. 

Este año celebramos el Día de Caridad en medio de un tiempo extraordinario y doloroso en el que necesitamos recrear nuestras relaciones para sostenernos y cuidarnos de una forma nueva. El papa Francisco habla de recuperar la amabilidad en nuestra mirada y en nuestros gestos, en la forma de escuchar y acoger a los demás. Celebrar el día de Caridad debe llevarnos a la comunidad cristiana a ser testigos de nuestra fe, a compartir el banquete de la Vida de Jesús Resucitado siendo signo de consuelo, de aliento, de denuncia y de esperanza en medio de una sociedad rota y herida.

Hoy te invitamos a tender las manos, el gesto, la mirada.

Hoy te invitamos a SER MÁS PUEBLO DE DIOS que sale al encuentro del mundo.

Propuestas para ser más pueblo de Dios

Cambia tu estilo de vida

Cultiva la cercanía y la disponibilidad.

Hazte vecino y vecina, re-vincúlate con otras personas y grupos, atrévete a dar pero también a pedir, porque esa interdependencia crea fraternidad.

Cambia tu mirada

Acerca tu mirada a la realidad como hace el buen samaritano.

Conocer y poner nombre abre el corazón a la compasión para poder escuchar, atender y sanar a quien se encuentra en tu camino.

Cambia tu tiempo

Vive de verdad con el corazón abierto al amor.

Agradece, bendice, disfruta de la naturaleza y convierte tu vida en alabanza; comparte tu alegría, acompaña el dolor y la tristeza, hazte una persona cercana. El presente está lleno de tiempo para compartir.

No pases de largo

Seguir a Jesús implica tomar partido y hacer todo lo posible para que la dignidad y la justicia sean posibles para todas las personas. Vive consciente de todo y busca la coherencia en tu vida personal y en las decisiones que tomas con otras personas. Los cambios se gestan desde un nosotros compartido.

Materiales de la campaña