Fui forastero y me hospedasteis
Acoger, proteger, promover e integrar a las personas refugiadas.
“Fui forastero y me hospedasteis”. Mt 25,34
El 20 de junio se celebra el Día Mundial del Refugiado, una fecha en la que hacemos memoria y tenemos presente a millones de personas en nuestro mundo que se han visto obligadas a huir de sus hogares debido a conflictos, persecución o desastres.
En el contexto actual, donde las crisis humanitarias siguen multiplicándose y donde la polarización social es cada vez más patente, esta jornada adquiere una relevancia aún mayor. En nuestro compromiso con los derechos humanos y la justicia social no podemos descartar a quienes buscan asilo y un nuevo comienzo, a quienes necesitan un camino a la esperanza.
Ese camino pasa por acoger a los refugiados, un camino donde las personas se sientan valoradas y seguras, donde sus historias y experiencias sean respetadas y donde se les brinden las oportunidades para reconstruir sus vidas. La Doctrina Social de la Iglesia nos recuerda que acoger a los más vulnerables es un imperativo moral basado en la dignidad humana y la solidaridad.
La defensa de los derechos humanos fundamentales y la garantía de un trato justo y equitativo, es fundamental para proteger a los refugiados, más allá de la seguridad física. La protección también significa luchar contra el racismo y la xenofobia, que desafortunadamente, muchas veces encuentran las personas refugiadas en su búsqueda de un nuevo hogar.
Hemos de promover la dignidad y el desarrollo humano, garantizando que las personas refugiadas tengan acceso a oportunidades que les permitan desarrollarse plenamente y contribuir a la sociedad que los acoge. Esto incluye el acceso a la educación, al empleo y a los servicios de salud.
Construir comunidades inclusivas es un camino certero para integrar a las personas que buscan refugio. Se trata de crear una sociedad donde todos puedan participar plenamente y en la que se valoren sus contribuciones. El éxito de la integración requiere del esfuerzo tanto de los refugiados como de la comunidad de acogida.
Cáritas ha de jugar un papel vital en la acogida e integración de las personas refugiadas. Estamos llamados a ser agentes de cambio, promoviendo una cultura de encuentro y solidaridad. Hemos de ofrecer no solo ayuda material, sino también el calor de una comunidad acogedora, cada persona refugiada es una oportunidad para vivir la fraternidad y la caridad cristiana de manera concreta y transformadora. En palabras del Papa Francisco, los migrantes y refugiados son una oportunidad de crecer y aprender como humanidad.
Ante voces que cada vez con más claridad se oponen a la acogida, hemos de recordar que cada persona que busca asilo trae consigo una historia llena de sufrimiento y esperanza. La responsabilidad de acoger, proteger, promover e integrar a los refugiados no recae solo en los gobiernos o en las organizaciones, es una llamada a cada persona, con un camino claro: ser constructores de puentes, promotores de justicia y defensores de la dignidad humana. Acoger a los refugiados es una expresión de nuestra humanidad compartida y de nuestra fe en un futuro mejor para todas y todos.