09/11/2021

«A los pobres los tienen siempre con ustedes» (Mc 14,7)

Síntesis del mensaje del Papa Francisco para la celebración de la V Jornada Mundial de los Pobres

Quienes no reconocen a los pobres traicionan la enseñanza de Jesús y no pueden ser sus discípulos.

Jesús nos recuerda que el primer pobre es Él, el más pobre entre los pobres, porque los representa a todos.

Lo que el Espíritu moviliza no es un desborde activista, sino ante todo una atención puesta en el otro “considerándolo como uno consigo”.

La presencia de los pobres en medio de nosotros es constante, pero no debe conducirnos a un acostumbramiento que se convierta en indiferencia, sino a involucrarnos en un compartir la vida que no admite delegaciones.

La limosna es ocasional, mientras que el compartir es duradero. La primera corre el riesgo de gratificar a quien la realiza y humillar a quien la recibe.

Con gran generosidad, San Damián, respondió a la llamada de ir a la isla de Molokai, convertida en un gueto accesible sólo a los leprosos, para vivir y morir con ellos.

Si no se elige convertirse en pobres de las riquezas efímeras, del poder mundano y de la vanagloria, nunca se podrá dar la vida por amor

El Evangelio de Cristo impulsa a estar especialmente atentos a los pobres y pide reconocer las múltiples y demasiadas formas de desorden moral y social que generan siempre nuevas formas de pobreza.

Después de la pandemia una mirada atenta exige que se encuentren las soluciones más adecuadas para combatir el virus, a nivel mundial, sin apuntar a intereses partidistas…

Es decisivo dar vida a procesos de desarrollo en los que se valoren las capacidades de todos, para que la complementariedad de las competencias y la diversidad de las funciones den lugar a un recurso común de participación.

La pobreza, por el contrario, debería suscitar una planificación creativa, que permita aumentar la libertad efectiva.

El que es generoso no debe pedir cuentas de la conducta de los pobres, sino sólo mejorar la condición de pobreza y satisfacer la necesidad.

“Quisiera pedirles que no me pregunten si hay pobres, quiénes son y cuántos son, porque temo que tales preguntas representen una distracción o el pretexto para apartarse de una indicación precisa de la conciencia y del corazón, y huir del compromiso”.

Vivir con ellos, caminar con ellos, morir con ellos.

Nos dice Francisco, en su mensaje para la Jornada Mundial de los Pobres, del 2021, que, el pobre más grande de todos es Jesús. No reconocer y no poner a los pobres en primer lugar es no creer en Jesús. Además, Jesús nos ayuda a descubrir que todos somos pobres. Esto también nos lo ha dejado muy claro la pandemia. Y que la pobreza más grande es la insolidaridad. Sólo vivimos cuando compartimos nuestra vida y nuestros bienes con los necesitados, es entonces cuando sale a flote nuestra humanidad, sin acostumbrarnos jamás a dejar las cosas como están. Y más que cosas espectaculares lo que hemos de dar es humanidad, llena de realismo y de sentido común, que es lo que responde a todas las necesidades y lo que nos abre para recibir, de los que sufren, sus valores que, en muchas ocasiones, son superiores a los nuestros. No se trata de buenos gestos ni de acciones ocasionales, sino de organizar y estructurar nuestra vida a partir de la comunión total con los que sufren. Es entonces cuando nuestra vida tiene sentido. La fe en Jesús nos ayuda a ver en profundidad las causas de la pobreza y el nacimiento de las nuevas formas de pobreza que van apareciendo en el mundo, y a encauzar nuestra vida en el compromiso por la liberación de los oprimidos. El Padre Damián, que abandonó el sistema de bienestar y se fue a Molokai a vivir, caminar y morir con los leprosos, es un perfecto ejemplo de lo que tiene que ser nuestro compromiso con los marginados y con todos los que sufren. Dejando a un lado los intereses ideológicos y partidistas, iniciemos procesos de desarrollo y de liberación, estructurando la sociedad, a nivel mundial, no a partir de los intereses, sino orientada a dar respuesta las necesidades reales…