30 de julio, Día Mundial Contra la Trata de Personas
La trata de personas constituye una de las manifestaciones delictivas más preocupantes de la actualidad, ya que violenta los derechos humanos de las personas y degrada su dignidad. Expone a sus víctimas a situaciones de explotación sexual, laboral, extracción de órganos, servidumbre doméstica, mendicidad, entre otras.
Como miembros de una Iglesia que camina al lado de los “descartados”, se hace necesario conmemorar este día para «concienciar sobre la situación de las víctimas del tráfico humano y para promocionar y proteger sus derechos».
La trata de personas es un delito que explota a mujeres, niños y hombres con numerosos propósitos, incluidos el trabajo forzoso y la explotación sexual. Desde 2003, la Oficina de Naciones Unidas contra la droga y el delito, la UNODC, ha recopilado información sobre aproximadamente 225.000 víctimas de la trata detectadas en todo el mundo.
A nivel mundial, cada vez son más los países que detectan a víctimas y denuncian a los traficantes de estas mafias. Ello conlleva una mayor facilidad en la detección de estas víctimas, pero también un aumento de las cifras como consecuencia. Todos los países están afectados por la trata, ya sea como país de origen, tránsito o destino de las víctimas.
¿Qué está pasando como consecuencia de la crisis por la pandemia del COVID?
La pandemia actúa como una lupa que engrandece y agrava las injusticias, incrementando la vulnerabilidad de millones de personas en el mundo.
Esta vulnerabilidad ha sido rápidamente aprovechada como motor por las mafias para forzar la prostitución de mujeres, para abusos de menores, adolescentes y mujeres online, para abusos laborales en los domicilios, aceptando condiciones infrahumanas por miedo a perder el empleo, para promover nuevamente puestos laborales sin derechos y sin dignidad,…
La mujer, la niña, el hombre víctima de trata, no son objetos de usar y tirar. Tienen dignidad y derecho a la alegría de vivir frente a este degradante negocio de esclavos. La Iglesia puede y debe combatir esta lacra sin miedo, con la oración, con la denuncia, con la sensibilización y con la acción.