19/11/2020

Jornada Mundial de los Pobres

Homilía de la vigilia de oración diocesana realizada con motivo de la IV Jornada Mundial de los Pobres

Damos gracias a Dios porque nos concede celebrar esta Vigilia en Jornada Mundial de los Pobres.

Reconozcamos que todos somos pobres. La pandemia nos lo ha dejado bien claro.

Toda la humanidad es débil, su vida, sus bienes, sus seguridades, está cogidas con un alfiler. Lo vemos todos los días.

La Iglesia se ha hecho más pobre. Menos recursos. Menos asistencia. Menos celebraciones.

Pero también se ha hecho más rica: Una fe más profunda, más profundización en la Palabra de Dios, más oración, más hambre de Dios, más solidaridad con los que sufren.

Nos preguntamos cómo podemos llenar el vacío que ha producido la pandemia, cómo podemos recuperar todo lo que hemos perdido.

Si pretendiéramos recuperar sólo los bienes materiales, continuaríamos siendo muy pobres. Tenemos que dar gracias a Dios porque nos concede la oportunidad de vivir una vida sencilla, y sobre todo porque nos da una ocasión, única en la historia, de vivir el amor verdadero, el amor gratuito, compartiendo nuestro bienes, nuestra vida, y nuestras energías con los que, la pandemia, ha dejado sin nada.

La Iglesia y la sociedad se han enriquecido en humanidad, en este tiempo de limitación de movimientos a todos los niveles.

El mensaje del Papa nos invita a enriquecernos, tendiendo la mano a todos los más necesitados de nuestra sociedad y de todo el mundo.

¿Qué es tender la mano? Si ofrecemos nuestra mano con sinceridad y autenticidad, ese gesto es ofrecer nuestro corazón y nuestro amor, es poner a disposición de alguien nuestra vida y nuestros bienes, es darlo todo a aquel que sale a nuestro encuentro.

Jesús, cuando alargó su mano en la Última Cena, no ofrecía sólo un pedazo de pan, era su cuerpo y su sangre, era toda su persona. Y cuando les lavó los pies a los discípulos, no eran sus manos las que acariciaban a los discípulos, era su corazón y todo su ser.

Recordamos la multiplicación de los panes y de los peces… Lo que quería Jesús no era sólo llenar el vientre de aquellos cinco mil hombres, sino ofrecerles el alimento de su amor que llenaría su vida para siempre.

Así se enriqueció Jesús y nos enriqueció a todos: Alargando su mano a todos para entregarnos su amor, su vida y su persona

Así llenaremos nuestra vida y nos enriqueceremos todos: Tendiendo la mano, ofreciendo nuestra vida, dando todo nuestro amor, regalando nuestra cercanía y nuestra confianza a todas las personas, especialmente a los que se encuentran sin nada.

Y nosotros no sólo ofreceremos nuestra mano, nuestros bienes y nuestra vida. Nos abriremos para recibir la amistad, los valores, el sufrimiento, y la cultura de todos los que participan en Cáritas.

Los integraremos en nuestras comunidades para que ellos también nos tiendan su mano y compartan con nosotros todo lo que tienen.

Creemos que Dios es una comunión de tres personas. Creemos que nos ha creado a su imagen y semejanza, nos ha hecho a nosotros comunión.

Rezamos en el Credo: CREO EN LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS.

En esta época histórica, estamos llamados, A VIVIR LA COMUNIÓN, no sólo a compartir nuestros bienes, sino, movidos por la caridad cristiana, unir nuestra vida a todas las personas que carecen de una humanidad que los acoja, los ayude y les haga sentirse personas.